Una noche a tu lado
Te mueves entre mis brazos, calmada,
y la noche que nos rodea se vuelve oscura como tu pelo,
dulce sabor de cristales de nieve y besos callados.
Siento nuestra primera mirada como fuego ardiente,
soledad en medio del terrible ruido de una estación en
ruinas,
primavera que se vuelve retorcida rosa de pétalos afilados.
Un susurro danzante por las esquinas de tu cuarto,
un grito sin clemencia, un grito que me niega,
y yo que caigo de rodillas, el reloj roto y el alma lejana.
Tocado el fondo de este mar cristalino, ascenso en blanco,
la caricia de un beso agostado como el verano tardío,
una promesa de amaneceres estivales envueltos en risas
cómplices.
Quiero contemplar contigo la eternidad del ¨siempre¨,
morir en el hielo de tus labios de invierno tormentoso,
ahogarme en la luna traidora que vela en tus ojos.
Ahora te quedas quieta, y tu respiración tranquila es mi
ancla,
la noche que nos abraza baila desenfrenada en las cortinas
de tu ventana,
y siento que si te suelto, perderé el rumbo de mi barco.
Caminante sediento del desierto que ansía tu sonrisa clara,
y sin más temblor que el de una luciérnaga atrevida,
una caricia desnuda que recorre tu espalda sumida en los
grises del alba.
Que asomarse a Madrid desde tus manos me sabe a café y
chocolate,
un poeta perdido en el pentagrama de tu piel,
y sin
percatarme de ello, te visto de sutil armonía en clave de Sol.
Mis dedos recorren los misterios de un céfiro sonriente,
mientras que las sábanas se inflaman en suspiros y
bostezos,
mientras que el horizonte se desdibuja entre mis labios callados.
Entonces, te mueves, otra vez, entre mis brazos,
los ojos amanecidos y la sonrisa recién tendida como el
día,
la primavera, a nuestro alrededor, riendo en guirnaldas de flores.
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