Gloriana Regina



Sentada en su trono de marfil y canciones ya olvidadas,
con la tarde en corona de rayo y espina,
soberbia, eterna, la reina aguarda el movimiento final.

Es orgullo y parangón de violencia,
los ojos inyectados en la sangre de sus sirvientes,
y sus peones están ya distantes sobre el tablero con el sacrificio pintado en las caras.

Han caído el caballo y la torre en vano frente a una lágrima de impotencia,
y el mundo contiene el aliento ante la gracia y la crueldad de los vientos de la guerra,
pues en su sombra nacen los tambores de una insomnia plateada.

Las trompetas cantan su son de metal y estruendo en tercer acorde de clamor,
el pentagrama roto en mil pedazos, mientras las estatuas bailan entre los rayos del sol,
moribundo monarca que ha perdido la partida contra las estrellas.

No habrá victoria alguna en la Niké de Samotracia, sus alas blancas arrancadas,
el humo negro de los pétalos carcomidos por el invierno traidor que ascienden al cielo,
y los ángeles cantan el Aleluya a la reina impávida en su trono ya hundido.

El rey está arrodillado en medio del campo, y su espada yace a su lado,
la voluntad quebrada y los labios vueltos en mil corazones latentes,
y su sangre no es roja, sino del color de las constelaciones perdidas.

Y oscila el péndulo de los relojes sin tiempo en su templo de susurros, 
pero el Obispo avanza en su línea siempre recta, y su báculo está hecho de mirra y madera podrida,
sus labios entonan los salmos del aquel dios que olvidó su propio nombre.

Gloriana, Gloriana,
esplendor de los ojos bermellón, soberana en solio de platino y sueños descendidos,
carente de silencio como un otoño blanco y marchito de color hueso

GLORIANA, GLORIANA,
cantan los cielos en éxtasis, y los santos ascienden de  los infiernos envueltos en fuegos violetas,
y sus ropas están manchadas del sudor y la sangre de los inocentes.

Reina serena de blanco y negro, tu dominio ha caído, y solo te resta un último movimiento,
pues la tarde da paso a una noche vestida en terciopelo y voces susurrantes,
misericordia a la soberana de cabellos negros, clemencia al jaque que cierra el caballo.

Gloriana et Regina,
caes manchada de sol y luna derretidos,
y con esto, la partida ha terminado.

Jaque a la reina.




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