Tú dijiste

Esa noche, tumbados en el suelo,
el vino entre nosotros, blanco y suave,
y mi mirada clavada en la tuya, agarrándola con ansia.

No pude sino sentir el frío de ese verano que se acaba,
el balcón abierto, y Malasaña bailando, 
tus palabras acercando nuestras distancias.

Deseé besarte, y contemplar mil amaneceres contigo,
alcanzar la armonía perfecta, nuestras notas encajando, 
tu piel bebiendo de cada parte de mi alma.

Tú te reías, y entonces yo sentía como se caía el silencio,
en añicos, trona el blanco roto de las paredes,
oscuros esos ojos que nunca alcanzaré.

Dijiste que nunca te habían dedicado un poema, 
y por ello te escribo este, borracho de nostalgia, 
caricia incansable que quiere llegar a la luna.

Deja que me acerque, por favor. 
Prometo que tendré cuidado, que no dejaré que el cristal se rompa,
que tendrás reposo a mi lado.

Tú dijiste que la poesía es para los necios,
y ahora te escribo esta, ciego de esperanzas vacías,
es mi historia, destino y final. Para ti sea esta. 


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