Al atardecer
¿No sientes el frío de la niebla en los huesos? ¿No ves los bosques en su otoño, apesadumbrados por el vuelo y caída de las nubes? Cantan las hojas una sonata de humo y espejos de cristal de cuarzo y flor marchita. Su voz se alza por encima de la melodía de una película vieja, y cuando el carrete de mi cámara se acaba, y la poesía se vuelve negra en sus alas de cobre, pero yo confío en los acordes de las palomas que se arrastran por el petróleo. Sus picos de teja roja están rotos, y por sus heridas sangran las lágrimas de mis ojos, porque la lluvia canta en los rincones de la pradera de campana de plata y sonido de estrella, pero yo no puedo alcanzar el horizontes de mis desvelos, y el silencio ya no me responde. He callado en la proximidad de los abrazos de una noche vestida de fiesta sin control, he dormido en las manos de una enredadera que canta a voz en grito los secretos de un amanecer