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Mostrando entradas de 2018

Suicidio en 4ª persona

Hace un tiempo que contemplo al chico que se mira en el cristal, intentando adivinar cual es la vena adecuada, con la papelera bien cerca, por si acaso hace falta no salpicar. Siempre callado, vagando por las calles como una sombra olvidada, con la cara pálida y el reflejo vuelto hacia las estrellas, y su sonrisa no es más que la mueca de una escalera torcida. Su sonrisa está torcida, sí, por el peso de sus breves años, de las innombrables tormentas, de los rayos desgarradores, del rock duro y las lágrimas secas, como ese clavel que se marchita en un rincón de su cuarto. A veces este chico me busca, pero nunca ha sido capaz de encontrar mis ojos,  y últimamente su bufanda verde ha dejado de resonar en el gris de las calles, como si sus pisadas ligeras ya no tuvieran fuerzas para dar un paso más. Y su soledad es tan grande, tan vacía, tan burlona,  y su casa está tan oscura y triste, que cuando abre la puerta solo escucha el tronar del silencio,

(Des)conocidos

A ti, desconocido, te dedico estas palabras, porque aún sin saber quien eres, te echo de menos, y ya añoro los momentos que pasaremos juntos. A ti, que vienes envuelto en los aires del invierno, quiero llevarte a ver las luces de Toledo al anochecer, y que rían juntos nuestros alientos, que tu nariz se pegue a la mía para contemplar la inmensidad de una tarde ahogada en nuestros ojos. Llevarte de fiesta, y bailar, con el desenfreno inyectado en vena, sentir que la música es nuestra dueña, soberana armonía de este pequeño mundo de alcohol y sudor, y que la retórica de nuestros cuerpos en colisión se desborde por las esquinas de mi cama. Y que arda Malasaña bajo los balcones, y con ella, la locura de un frío desnudo, el humo de tu cigarrillo esfumándose en mi salón, la luna en la piel, y esa sonrisa recorriendo cada pequeño rincón de mi cuerpo. A ti, desconocido, te dedico estos pensamientos, los de unos sueños tan profundos que ya casi ni puedo recordar, los sueño

Esfinge en rima y acertijo

Son tres las sombras de la esfinge que habitan en mi cuarto: La primera, el niño recién nacido, la segunda, el adulto ya crecido, y la tercera, en el invierno, el anciano un tanto desvencijado. Siempre al dormir las observo con recelo, la mirada franca y el ojo reservado al tiempo, mientras que el tic de los relojes me marca el tac de los corazones. Al alba, me pregunta la esfinge: ¿cuál es tu temor, hijo de la noche? ¿qué es eso que tu alma adolece? Dime, ¿quién te provoca miedo? De mis sombras de olvido, ¿Cual es la que más horror te sugiere,cual de ellas despido? ¿Temes el sonajero del niño enfermo? ¿Será tal vez el traje manchado de la sangre del adulto callado? ¿O quizás, la decadencia del viejo babeante y de su propia tristeza manchado? Responde, criatura de frágil carne tallada, pues la  oscuridad de tu ventana ya torna del Sol su llamada, y me ciega los ojos hechos de esmeralda y titanita acendrada. Y yo, que me incorporo con la manos temblorosas, des

La Rosa de los Vientos

Dicen por las calles que las flores conocen el nombre de la Rosa de los Vientos, que en secreto susurran sus letras a las estrellas invernales, y las piedras de mi calle se ensucian bajo las botas del trajeado sin piedad. Todos compramos juguetes nuevos, más brillantes, que diviertan nuestras ansias de lujuria insomne, mientras que el carrusel y sus luces de cristal  hacen que el mundo gire a toda velocidad. Y por eso te digo, ten cuidado con la noche envidiosa de las penas del día, ten cuidado de las sábanas de una cama nueva, del aroma de un amanecer bajo las sombras del almendro desflorado. Que todos buscamos de esos besos que saben a tabaco viejo, a fiesta y desenfreno, de esos besos que tanto nos ponen, y hacer nuestras las noches largas, de esas en las que las  mamadas siempre acaban en carcajadas. Espero que sepas que son esas palabras que te van a condenar, a caer rendido ante sus pies, a adorarlo como un dios, un perro postrado ante un amo de sonrisa delira

Del silencio y sus colores

He caminado incontables calles, enfundado en mi pena, mientras que Madrid llueve a mi alrededor, solo, destrozado, muñeco de trapo harapiento. Te he buscado incansable, mientras que de tu boca no sale más que silencio, el silencio que desgasta el alma con la dulzura de esos ojos tuyos, esa mirada que se llenan de los colores tardíos de otoño. En mi mano, aprieto el primero de mis silencios, la flor roja que me regaló aquel vagabundo en el metro, y a cambio, mi sonrisa y unas palabras de consuelo.  Es de papel basto y rudo, pero sus pétalos delicados son casi cortantes, y sus alientos me recuerdan lo que una vez dejé atrás por seguirte, la caída de los sueños, la casa rota bajo el peso de la podredumbre.  Este silencio mío, esta llamada del alma, esta flor marchita de esperanza, se moja bajo la lluvia, y entre mis manos se va deshaciendo en pedazos de besos muy pequeñitos. En la otra mano, apretada en el bolsillo de mi abrigo, tengo el segu

¡No pronuncies su nombre!

¡No pronuncies su nombre! Y si lo pronuncias, ahógalo en llanto, y si no lo ahogas, quémalo con una risa de cristal y lluvia. ¡No pronuncies su nombre! Y si lo dices, danza bajo las estrellas y si no danzas, sumérgete en el silencio del que camina incansable.

Cobarde

Sentado ante el Dios en las alturas, pequeño e insignificante, inocuo mortal, y la música en celeste y plata que resuena en la catedral. Furia eterna desde las nubes de las cristaleras, en descenso de rayos y palabras de lejanía, diamantes rotos sobre los ojos del ciego que no quiere ver. ¡Cobarde, Dios, cobarde! Tú que me encerraste entre las cuatro paredes de este mundo, tú que alzaste la voz por encima de la tormenta de la demencia. Es la tuya la falta de valor del mar cuando sale la luna, el aullido del lobo solitario, la caída de las estrellas otoñales en sinfonía de blanco y negro ¡Cobarde, Dios, cobarde! Cobarde por no existir, porque tu sagrado trono se alza sobre los huesos de los Santos, porque tu Luz no es la del alba, sino la de un ocaso de hojas marchitas y labios sellados. Y como si de un susurro se tratase, el llanto escapa de mis entrañas, mezclado con el amargor de un invierno que se duerme en silencio, mientras que el Edén cierra sus puertas y l

Alicia

Ella es Alicia, en el país del porno y las pesadillas... ¡NO; NO; NO ME GUSTA ESTA INTRODUCCIÓN!Carece de elegancia y adolece de diversos vicios legales... dejemoslo así: Yo soy Alicia, en el país del porno y las pesadillas, y si tal vez mi barba les confunde, imaginenme con un vestido de satén azul, encaje de seda blanca en los bajos, y en un bolsillito, no galletas, sino mas bien jeringuillas. Tal vez me salga del plano, y corte por la tangente, mientras les cuento esta historia, pero teniendo que me creó un viejo, me leyó un necio, y me interpretó un traductor pobre de recursos mentales, tampoco pueden ustedes escandalizarse. Soy Alicia, en efecto, y he roto espejos, he destruido palacios, he comidos conejos y he faltado al té ¡qué chica tan mala! Soy Alicia, y si les soy sincero, intento impresionarles, así que va siendo hora de dar fin a este poema tan lamentable. Sin embargo, el alcohol, el tabaco, y otras sustancias que no menciono,  me impulsan a adverti

Los ojos, chico

The eyes, chico. They never lie. Los ojos, chico, nunca mienten. Hubo alguien en el pasado que decía que son la ventana del alma, que por ellos se escapan los sentimientos como alondras primaverales. Los ojos, chico, sí que mienten. Desde amaneceres grises como el acero de una despedida, hasta atardeceres que se desmoronan en castillos de naipes doblados. Si buscas la verdad en un balcón a Malasaña, encontrarás el humo de los poetas muertos y borrachos, el ácido olor de un café que alguien se dejó abandonado en un esquina destartalada. Y te pido perdón por ello, por el amor que se nos ha muerto, por la terrible distancia que nos separa, porque mis ojos, chico, te están mintiendo. Azules como el oceáno profundo y traicionero, o verdes como Lorca en su poesía eterna, todos los ojos, sumidos en la melancolía, aguardan para ser retratados. ¡Y de verdad que sé que estás ahí, al otro lado de la línea, respirando fuerte, como si quisieras alejar todas mis palabras, c

Nácar y coral

Es  dulce como las notas deslizándose por el piano, como una suave melodía en medio del infinito silencio que nos rodea, como si un canto se apagara lentamente en la noche estrellada. Es un gemido que se alza hasta convertirse en armonía,  es furor libre, vagando como fantasma por las costas de tu piel, como si el mundo susurrara su nombre a plena voz Sentir sus caricias en la piel, con la manos de tonalidades en seda, y sus ojos profundos como la luna ahogada de mis cuentos, siempre calmada y éxtatica, perdida en sus propios sueños. Es mujer, y hombre, y niño, y anciano, es sabia, antigua, terrible, dolorosa como el lamento de los cisnes, sibilante, hermosa, furia en zafiro y espuma. Y cuando, en voz baja, me cuentas tus historias, de como la sirenita perdió el norte, y se casó con un ahogado, de como los corales se mecen al compás de tu dolor. Y cuando en voz muy, muy queda, acaricias mi oido, y me cuentas con la voz llorosa tus penas y

Canto a Troya

¡Se alzan las trompetas, la gloria de los señores de Grecia! Naves firmes, madera curtida, y relucientes navegan los hermosos hijos de los dioses Ante ellos, la luz de Troya, el orgullo del Mundo Antiguo, eterna claridad  desafiante como alondra en pleno vuelo, que jamás proyectó sombra de duda o temor. ¡Se alzan los tambores, héroes de la Ilíada! Requiem de Príamo, sabio rey en su trono de piedra, Canto del cisne de Agamenón, soberbio monarca de oro y joyas Oh fiero Héctor, contempla la ruina, que llama a tus puertas, es el grito de la barbarie que trae la desgracia a la casa de tu padre, cruel sacrificio para la belleza y el amanecer. ¡Escuchad los gritos de los remeros, su furia en bronce ardiente! El astuto zorro se relame, aquel que llaman Odiseo, la presa está madura, y la divina Atenea les acoge bajo su Égida. Paris, Paris, ¿por qué traes la vergüenza sobre los jardines de tu mansión? Es amor, es canción, poesía, grito de alocada juventud, amante de ojos o

Cerezo en flor

Tienes algo dentro de tí que canta como la lluvia, que llora con una primavera de pétalos blancos, la estrofa de una de esas canciones que tanto nos gustaban. Te canto en esta noche, juntos en mi portal, mientras bailamos al compás de una larga espera, tu aliento rozando el mío en medio del frío invierno. Tus manos sobre las mías, nuestros ritmos acompasados, y la calle tan oscura como brillantes nuestros ojos, la respiración agitada, mar en dulcísima tormenta. Las horas se pierden en las palabras, susurros ausentes, con el agua clamada de nuestros versos, siempre distantes, que ahora juegan juntos a ser dioses del mundo en gris y plata. Y cuando me sonríes, con tu nariz pegada a la mía, el mundo ruge en un estallido de sinfonías, elevándose hasta la luna ciega, madre de todos los secretos entre nosotros. Te quiero tan cerca, con tu alma pegada a la mía, que siento que las estrellas invernales se agostan, tal es la furia del sentimiento que se desborda por mis o

Tito Andrónico

Tito Andrónico es una sombra, un sentimiento, un grito callado, una lágrima perdida en la larga insomnia, una noche de negro sobre blanco y una promesa rota. Tito Andrónico es el estío de un abrazo en la tarde, esa fotografía del sol poniéndose mientras su sonrisa le abría en canal, esos susurros que se los lleva el viento, esa canción que le enseñó Tito Andrónico es un hombre y una mujer, aquellos que le rompieron: Hombre, por Daniel, con su risa amanecida y los besos atados en corto; Mujer, por Ana, con las manos finas y los ojos de otoño moribundo. Soñando con estrellas que se extinguen, firmamento eterno como la luz de un Sol inclemente, cae el verano herido de muerte en brazos del invierno meláncolico Esperar el metro en Chamberí, la estación vieja y silente como ataúd, el caer de las hojas, el sentir del viento, la fría caricia de la lluvia en las ventanas abiertas. Madrid gritando, al amanecer, Madrid en todo el esplendor de una locura transitoria, Don Ju

Una noche a tu lado

Te mueves entre mis brazos, calmada, y la noche que nos rodea se vuelve oscura como tu pelo, dulce sabor de cristales de nieve y besos callados. Siento nuestra primera mirada como fuego ardiente, soledad en medio del terrible ruido de una estación en ruinas, primavera que se vuelve retorcida rosa de pétalos afilados. Un susurro danzante por las esquinas de tu cuarto, un grito sin clemencia, un grito que me niega, y yo que caigo de rodillas, el reloj roto y el alma lejana. Tocado el fondo de este mar cristalino, ascenso en blanco, la caricia de un beso agostado como el verano tardío, una promesa de amaneceres estivales envueltos en risas cómplices. Quiero contemplar contigo la eternidad del ¨siempre¨, morir en el hielo de tus labios de invierno tormentoso, ahogarme en la luna traidora que vela en tus ojos. Ahora te quedas quieta, y tu respiración tranquila es mi ancla, la noche que nos abraza baila desenfrenada en las cortinas de tu ventana,

Furia

Soy el último hombre en pie, se me agota el tiempo, se me escapa el aliento, me preparo para otro golpe, otro insulto. Tengo una misión, una decisión, respiro y cierro el puño, visto el traje del chulo, del valiente. Solo siento furia cuando te miro, como si escuchara rock y bebiera whisky, un poco de hielo y una tormenta de rayos. Soy Thor, soy Odín, soy dios, monarca coronado con sangre y dolor bebe cerveza y siéntate, mi historia comienza. ¿Alguna vez has visto un cometa cruzar el cielo? Sí, soy yo, y la Luna se acuesta conmigo, juntos hacemos palidecer al Sol y nacer a las estrellas. Me libro de las cadenas de tu mirada como si fueran papel, mi misión es clara, y te derroto con humo y cristales, me ajusto la camisa al alma, soy el ganador. No puedes atarme, porque soy un boxeador cansado, me ponen el peligro y tus ojos oscuros, soy magnífico, soy eterno, soy mejor. He roto los espejos en Versailles, he cantado bajo la lluvia, ronco y sordo, mi voz adic