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Mostrando entradas de mayo, 2019

Les adieux

Va-t'en, va-t'en, rends-moi à mon pintemps toujours vivant, à la solitude du brouillard dans les cristaux, à la pluie monotone et ses chansons d'avenir brisés. Allez aussitôt, et laissez l’été oublier votre nom et vos yeux de charbon ardent, que tes roses rouges ne sont que noir et leurs épines d'or, parce que vos mots sont du vent, et comme tels, ils s'envolent toujours. Tu es venu pour apporter chaque silence que je pensais oublié, chaque goutte de douleur et de rage que j'ai enterrée dans le jardin de l'innocence, et maintenant, mes pieds saignent parce que je marche nue sur le goudron d’une rue abandonnée.

Despedida

Perdí el orgullo tanto tiempo atesorado, las murallas se convirtieron en bosque, y mi tiempo comenzó a cantar en versos de cristal y balcón, pero mi cabeza gritaba y negaba la primavera que me traías. Era todo una falsa promesa, de verano quemado y mayo entre sábanas, como si tus juguetes no bastaran para divertir tus sonrisas, callada la mirada que cree que puede robarme el aliento. Tronan las trompetas del cielo sin estrellas, y rugiendo, se alzan las flores en sinfonías de colores, eres la perdición de cada una de mis penas y alegrías. Eres cada infinita posibilidad de destrucción, y por eso has llegado para alzar una torre de marfil y besos seguros,  arrasando cada una de mis barreras que tanto me costó sostener. ¿Por qué? ¿Porque hablas como si fueses un mundo de sueños? No eres mejor que los demás, ni tus abrazos traen más seguridad, y es que sé que eres el lobo disfrazado de Caperucita Roja. Vete, vete, devuélveme a mi siempre vivo invierno, a la soledad de

Caminante

Érase una vez un  caminante que vagaba por el campo, perdido entre las sombras de la caída de las flores, con las manos aferrando su viejo cayado de madera de encina. Su camino estaba ya andado, y sus pisadas parece que son las mías, pero su ventaja es del tamaño de 60 inviernos, y sus ojos atesoran todas las tardes de verano que este mundo ha visto. El caminante está cansado, y sus eones le pesan sobre los hombros como montañas, pero su boca aun conoce el sabor del viento, y sus manos tienden con firmeza hacia el infinito que siempre le rodea. Sus silencios son vastos, y a veces, toscos, como si fuera un pedazo de madera que se talla poco a poco, y el mismo tiempo esculpiese sus anchos caminares. Sin embargo, nada para al silencioso caminante, ni la noche envuelta en la duda y el pesar, ni el sol radiante de  vuelta de hoja y palabra de nube. He visto mil estrellas en su mirada de ámbar y bosque, la voluntad y la libertad de un pájaro que ha nacido anciano, con