Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2018

Suicidio en 4ª persona

Hace un tiempo que contemplo al chico que se mira en el cristal, intentando adivinar cual es la vena adecuada, con la papelera bien cerca, por si acaso hace falta no salpicar. Siempre callado, vagando por las calles como una sombra olvidada, con la cara pálida y el reflejo vuelto hacia las estrellas, y su sonrisa no es más que la mueca de una escalera torcida. Su sonrisa está torcida, sí, por el peso de sus breves años, de las innombrables tormentas, de los rayos desgarradores, del rock duro y las lágrimas secas, como ese clavel que se marchita en un rincón de su cuarto. A veces este chico me busca, pero nunca ha sido capaz de encontrar mis ojos,  y últimamente su bufanda verde ha dejado de resonar en el gris de las calles, como si sus pisadas ligeras ya no tuvieran fuerzas para dar un paso más. Y su soledad es tan grande, tan vacía, tan burlona,  y su casa está tan oscura y triste, que cuando abre la puerta solo escucha el tronar del silencio,

(Des)conocidos

A ti, desconocido, te dedico estas palabras, porque aún sin saber quien eres, te echo de menos, y ya añoro los momentos que pasaremos juntos. A ti, que vienes envuelto en los aires del invierno, quiero llevarte a ver las luces de Toledo al anochecer, y que rían juntos nuestros alientos, que tu nariz se pegue a la mía para contemplar la inmensidad de una tarde ahogada en nuestros ojos. Llevarte de fiesta, y bailar, con el desenfreno inyectado en vena, sentir que la música es nuestra dueña, soberana armonía de este pequeño mundo de alcohol y sudor, y que la retórica de nuestros cuerpos en colisión se desborde por las esquinas de mi cama. Y que arda Malasaña bajo los balcones, y con ella, la locura de un frío desnudo, el humo de tu cigarrillo esfumándose en mi salón, la luna en la piel, y esa sonrisa recorriendo cada pequeño rincón de mi cuerpo. A ti, desconocido, te dedico estos pensamientos, los de unos sueños tan profundos que ya casi ni puedo recordar, los sueño

Esfinge en rima y acertijo

Son tres las sombras de la esfinge que habitan en mi cuarto: La primera, el niño recién nacido, la segunda, el adulto ya crecido, y la tercera, en el invierno, el anciano un tanto desvencijado. Siempre al dormir las observo con recelo, la mirada franca y el ojo reservado al tiempo, mientras que el tic de los relojes me marca el tac de los corazones. Al alba, me pregunta la esfinge: ¿cuál es tu temor, hijo de la noche? ¿qué es eso que tu alma adolece? Dime, ¿quién te provoca miedo? De mis sombras de olvido, ¿Cual es la que más horror te sugiere,cual de ellas despido? ¿Temes el sonajero del niño enfermo? ¿Será tal vez el traje manchado de la sangre del adulto callado? ¿O quizás, la decadencia del viejo babeante y de su propia tristeza manchado? Responde, criatura de frágil carne tallada, pues la  oscuridad de tu ventana ya torna del Sol su llamada, y me ciega los ojos hechos de esmeralda y titanita acendrada. Y yo, que me incorporo con la manos temblorosas, des