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Mostrando entradas de enero, 2019

Fragmentos

He visto tantas cosas perdidas, pequeños fragmentos de personas a la deriva, solas en medio de la multitud sin piedad, sin cara. Sollozan, en su abandono, con la voz queda y pequeñita, como el tenue ruido de la lluvia al golpear las baldosas de mi patio,  con su ritmo monótono y gris. Pasados los días, estos trozos de almas se desvanecen en el amanecer, cuando nadie mira y todos duermen, cuando el sol alza sus ojos llorosos desde su lecho de estrellas. Una vez atrapé uno de esos trozos, y lo acuné con suavidad, mientras mi aliento lo protegía del frío, y mi cuerpo le daba refugio frente a las tormentas de sus sentimientos. Pero me destrozó, alzó sus manitas hacia mí, y de un zarpazo, me arrancó las sonrisas y las mentiras, y con las rodillas descarnadas, me vendió en un día de pétalos sangrantes. Con la carne sangrante y los ojos cerrados, me entregó al olvido, a la tarde, a esa primavera de árboles torcidos y escaleras ciegas, mientras el mundo dejaba de girar

Espirales

Los colores nacen de una espiral de llamas, como los sutiles recuerdos de un pasado en silencio,  y sostienen la luz que aleja el invierno de tus brazos. Valor, valor por la luz escondida en los rincones, y que con docilidad se aleja en un halo de suspiros, mientras las estrellas se apagan a su alrededor. La oscuridad crece en el espacio vacío de tu mirada, y el tiempo se retuerce en columnas de de cadenas,  que ascienden a los cielos en busca del coro de las voces olvidadas.  El camino se hace lejano, y los susurros de la luna caen en discordancia, atados con leves cabellos de los destinos infinitos,  sus cenizas dispersas en el viento. Toda alma contiene el susurro de la esperanza, la eterna promesa de una tarde lánguida ante las olas del mar, una explosión de flores abiertas que se marchitan en su ciclo imparable.  Vuelan, vuelan altas las palomas de negro petróleo, de sus alas gotean las lágrimas de los gigantes dormidos, abierto el