Fragmentos
He visto tantas cosas perdidas, pequeños fragmentos de personas a la deriva, solas en medio de la multitud sin piedad, sin cara. Sollozan, en su abandono, con la voz queda y pequeñita, como el tenue ruido de la lluvia al golpear las baldosas de mi patio, con su ritmo monótono y gris. Pasados los días, estos trozos de almas se desvanecen en el amanecer, cuando nadie mira y todos duermen, cuando el sol alza sus ojos llorosos desde su lecho de estrellas. Una vez atrapé uno de esos trozos, y lo acuné con suavidad, mientras mi aliento lo protegía del frío, y mi cuerpo le daba refugio frente a las tormentas de sus sentimientos. Pero me destrozó, alzó sus manitas hacia mí, y de un zarpazo, me arrancó las sonrisas y las mentiras, y con las rodillas descarnadas, me vendió en un día de pétalos sangrantes. Con la carne sangrante y los ojos cerrados, me entregó al olvido, a la tarde, a esa primavera de árboles torcidos y escaleras ciegas, mientras el mundo dejaba de girar